Magia pura

Llegó el gran día. 12 de abril de 2012. Fui a la clínica junto a mis padres, mi hermano, mi cuñada y mi “hermano-primo”. Mi núcleo familiar completo. Reinaba entre nosotros un clima de tranquilidad y optimismo. Hubo que esperar varias horas. No sentía miedo. Mi madre pudo acompañarme mientras me vestía de quirófano una vez más. Cuando, ya acostada en la camilla, vinieron a buscarme le dije a mi mamá, “yo estoy muy tranquila, así que ustedes estén tranquilos también”.

Entré al quirófano con una sensación de serenidad y paz absolutas. Estaba en las mejores manos. Solté, me dejé llevar. Lo que resultase sería lo mejor que se hubiera podido hacer. Ya no dependía de mi. Me dejé acunar por la anestesia con total entrega.

Al despertar, ya en terapia intensiva, me visitaron mis padres, el cirujano y oncólogos. Todos sonreían y estaban eufóricos de alegría. Yo, aún bajo efectos de la anestesia y los calmantes opiáceos, no entendía lo que me decían. Sí comprendí que había buenas noticias. Recién al otro día me enteré... Habían podido remover toda la masa tumoral sin necesidad de quitar pulmón, diafragma ni costillas. Ni los médicos daban crédito a tal éxito. Al fin de cuentas, la quimioterapia había resecado el tumor silenciosamente. No se veía en las tomografías porque se mostraba siempre del mismo tamaño pero sí había matado a las células cancerígenas y detenido su avance.

Definitivamente, el universo conspiraba a mi favor. El dragón blanco me había sostenido, iluminándonos a todos con su luz de energía vital.

Mi entorno de afectos estaba exultante, feliz y aliviado. Yo todavía necesitaba concentrarme en mi recuperación postoperatoria. Fueron 5 largos días en terapia intensiva. Con sólo un par de horas por día de visitas, la soledad y atemporalidad de esa sala le jugaban una mala pasada a mi mente. Estaré siempre agradecida a los enfermeros que eran mis cuidadores y ángeles guardianes. Sobre todo Félix que me bañaba en la cama ya que no podía moverme de allí. Me escuchaba, me hablaba con palabras de aliento y hacía que mi cabeza volviera a la calma. No es fácil estar en una cama de terapia intensiva, enchufada a aparatos por todos lados y sin el calor de mi familia y amigos.

Pero todo pasa y al quinto día me trasladaron a una habitación común. Tenía una vista muy linda y mucha luz natural. Se me podía visitar todo el día y nuevamente el amor de mi gente me dio fuerzas.

Estuve, en total, 13 días internada, con dos tubos de drenaje en mi tórax. Ahí empezó otro capítulo de esta historia, acomodar mi mente a tan buena e inesperada noticia. Era lejos el mejor escenario posible y aunque parezca retorcido, tenía que elaborarlo también. Todo lo que me decían sobre mi futuro conviviendo con la enfermedad se había transformado. Ahora se abría un nuevo futuro, lleno de vida y esperanza. Salir del lugar de enferma cambiaba todo a mi alrededor.

Como si fuera poco, la anatomía patológica (análisis de laboratorio de todo lo removido en la operación) indicó que no habían quedado rastros de células cancerígenas en lo que me sacaron. El cirujano cerró nuestro último encuentro diciéndome, “Carla, ¡ahora andá a emborracharte y festejar!”. Por su lado, el oncólogo me dijo, “¡mejor imposible, así que no jodas más!”. Me encanta el sentido del humor. Es sanador. Fue un recurso muy importante para mi en todo el proceso vivido. Me reía de mi misma aún en las peores situaciones. Que los médicos también lo hicieran me servía de canal aliviador.

Yo no vencí a la muerte. Sabemos que nadie la vence. Tarde o temprano nos gana a todos. Lo que yo gané es esta gran batalla, pero lo más importante es que la vida me dio una segunda oportunidad. Gané la posibilidad de crecer, de conectarme con lo más profundo y verdadero que hay en mi. Pude reacomodar mi escala de valores y comprender qué cosas son realmente importantes para mi. Pude comprobar el amor enorme que nos tenemos con mi familia y con mis amigos. Gritarlo a los cuatro vientos. Pude comprobar que la energía es poderosa y sanadora. Comprendí profundamente que la vida es aquí y ahora. Que es bueno soñar y tener planes, pero que nada está garantizado. No doy más las cosas por sentado y entendí que la incertidumbre es parte integral de la vida. Aprendí que se puede ser feliz y sentirse pleno aún en los momentos más adversos y difíciles de la vida. Brindo por todo esto... ¡Salud!

4 comentarios:

  1. Todo esto que contás y que nos enseñás, seguro por tu gran fuerza y, más que todo, optimismo, y aunque no lo creas ahora, nos lo enseñaste antes, mientras atravesabas estos anteriores diez capítulos, en tiempo real, en silencio, actuando y afrontando como actuaste y afrontaste. Aprendí mucho de vos, aprendo mucho de vos; y eso es algo para agradecer.
    Confirmamos, durante el proceso que viviste, que eras como era lo que de vos se vio y veía siempre.
    ¡A tu salud!

    Ariel.

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  2. Carli, como dice tu amigo Ariel, pienso que nos enseñaste mucho a los que te rodeamos con tu optimismo, tu luz, tu fuerza, tu valentía, demostrando sin lugar a dudas que ¨La actitud con que uno enfrenta los escollos de la vida hacen toda la diferencia¨ ...

    Te quiero mucho!!! sos una GRANDE!!! bss de tu amiga uruguaya, Mica ♥

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  3. Hola Carla, me siento reflejada en tus vivencias y tu camino, parece ser mi camino, el despertar me ocurrio despues de una operacion de un tumor de mama, que si bien era pequeno hizo estragos, tuve una metastasis y se fue al higado.La primer quimio y monoclonal lograron achicar el tumor pero luego crecio de vuelta asi que ahora estoy con quimio oral. Haciendo un camino de sanacion espiritual, como saber cual es mi animal chamanico, el que me protege?,
    Soy Maria

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    1. Hola María:
      Tengo entendido que hay varias maneras de saber cuál es tu animal de poder. Si querés escribime a carlac98@hotmail.com y te envío unos datos por e-mail.
      Abrazo,
      Carla

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