Me
sentía en una montaña rusa a puro vértigo. Había entrado en un túnel oscuro en
el que no veía la salida. Mi única opción era entregarme a la incertidumbre, al
no poder planificar ni saber qué había al final del túnel. Ni siquiera qué
había en el próximo paso.
Cada
aplicación de quimioterapia duraba unas 6 horas. Las drogas son muy fuertes y
arruinan las venas, por lo que me colocaron en el pecho un “portacath”. Es un
aparato de titanio que por medio de una intervención quirúrgica se coloca
debajo de la piel, sobre el músculo pectoral, y queda conectado a una vena
cerca de las clavículas. ¡Me costó acostumbrarme a tener una especie de tapa de
gaseosa subcutánea! Por allí me suministraban las drogas. Debía permanecer
todas esas horas en la clínica, sentada en un sillón, conectada al suero.
Nuevamente
mi red de contención familiar y de amigos salió a mi rescate. Como podía
acompañarme una sola persona se turnaban para entrar un rato cada uno.
Tratábamos de quitarle densidad al momento hablando de cosas alegres o ajenas a
mi enfermedad.
La
actitud con que uno enfrenta los escollos de la vida hacen toda la diferencia.
No se puede cambiar la realidad, lo que toca enfrentar, pero se puede encarar
con una actitud negativa y pesimista o poner lo mejor de uno para sobrellevarlo
de la manera más constructiva posible. Tratar de aprender algo positivo, de
conectarse con lo más profundo y espiritual de uno. Llegar a esos lugares
propios desconocidos que te hacen más fuerte y comprender, en toda su
profundidad, que todos estamos de paso por esta vida. Nadie está exento de
sufrimiento pero aún en la adversidad se pueden tener momentos de enorme
felicidad.
Al
mismo tiempo que el tratamiento de quimioterapia hacía estragos en mi salud
(paradójico pero cierto), como consecuencia de los terribles efectos
colaterales, y mi padecimiento físico aumentaba semana a semana y mes a mes, yo
me iba fortaleciendo espiritualmente. Era increíble como a pesar de la pérdida
de peso y de estar demacrada todos me veían brillante, llena de luz. Me
conmuevo al recordar las palabras de alguien que no sabía que yo estaba enferma
y me dijo un día que me veía con un aura de luz, que me veía muy feliz como no
me había visto antes. Lo que él vio fue mi despertar espiritual, mi liberación
interior, mis ganas de estar bien y mi aceptación de la realidad que me tocaba.
Nunca
pensé, “¿por qué a mi?”. Al contario, pensaba, “¿por qué no a mi? ¿qué puedo
aprender de todo esto?”. Desde el comienzo lo tomé con humildad y jamás pensé
al cáncer como un enemigo. Sentía que el odio no tenía lugar en esta lucha. Mi
sanación tenía que ser por vía del amor y los pensamientos positivos. Nunca me
entregué, nunca bajé los brazos. Claro que la pasé mal, claro que sufrí, pero
el amor y la energía poderosa de mi círculo de afectos tenía la fuerza de un
huracán. La verdadera liberación se dio cuando entendí que tenía que soltar.
Soltar aquello sobre lo que no tenía control, soltar lo inevitable, entregarme
a la experiencia sin resistirme a la corriente. ¡Qué gran alivio sentí! Yo no
me quería morir. Quería vivir. Pero al comprender, en toda su profundidad, que
todos moriremos, que nadie tiene el tiempo asegurado y que no hay control sobre
eso perdí el miedo en gran medida. Me propuse no pensar en cuánto tiempo de
vida me quedaba (¡qué pérdida de tiempo sería!) sino vivir plenamente y
enfocada en lo verdaderamente importante para mi, cada día de mi vida.
Cuando
la gente me decía que, a pesar de lo que estaba pasando, me veían radiante yo
respondía irónicamente, “es que el cáncer me sienta muy bien”. Detrás del
chiste había una gran verdad. Por medio del cáncer la vida me había dado una
segunda oportunidad... para aprender, para despertar, para reorganizar mi
escala de valores, para profundizar mis lazos de amor con mi familia y amigos.
Todos nosotros tuvimos una segunda oportunidad a través de mi enfermedad. No
siempre la vida ofrece este regalo. Fuimos afortunados.
>> Capítulo 06: Malas noticias | momento de hacerme cargo
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Carla
ResponderEliminarqué parecido tu relato a mi tratamiento. Ya terminé 6 sesiones de quimioterapia, "suero largo" tal cual el tuyo, y me parece que en el mismo lugar. En pocos días sabré si el resultado es el esperado. Mi cáncer es diferente, pero el recorrido no es muy distinto. Y tu Félix es mi ÁNgel, y tu Doctor es mi Doctora. Uno encuentra gente increíble que de otra manera no hubiera conocido. Es una oportunidad en muchos sentidos, un abrazo
Ma Ines, gracias por escribir. Me alegra saber que otras personas también ven la oportunidad en la adversidad porque sé que eso hace toda la diferencia... Te mando mucha luz. Carla
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